Se conocieron en septiembre de 2012
En seguida Albert se lo contó a sus padres y amigos, y todos fuero sabiendo de nuestra relación online antes incluso de vernos en persona. ¡Será que los polos opuestos se atraen!
Nos encontramos por primera vez en la estación de tren de Mataró. Se me presentó un chico rapado y con ropa oscura. Llovía a mares y me dijo que no tenía paraguas ni coche. Había pasado casi cinco horas en un tren para venir a conocerme, y aún así yo no estaba muy segura de invitarle a subir al mío, pero no podía pasar por alto semejante interés y ¡me tiré a la piscina!
Fuimos a comer a una pizzería, y empecé a hablar y hablar hasta que la comida se me enfrió en el plato. Me sentía cada vez más cómoda, sus ojos brillaban al mirarme y su sonrisa ¡Qué sonrisa! La más fabulosa y sincera que jamás haya visto.
Al coger el tren de vuelta me despedí diciéndole «hasta la próxima». Él me miró, sonrió y me dijo «hasta el viernes que viene». Me arrancó otra carcajada, y es que si fuese por él, hasta quedábamos en la puerta de la iglesia. Al viernes siguiente estábamos paseando cogidos de la mano.
Empezamos a hablar más a menudo y a vernos todas la semanas hasta el día de mi santo cuando le invité a cenar. Apareció como en los cuentos de hadas, vestido muy elegante con una rosa roja en la mano. Después de cenar, nos quedamos a solas, me regaló una foto de ambos enmarcada con mi color favorito. Me quedé de piedra. Emocionada y esperanzada le pregunté si quería decirme algo. Su respuesta fue: «Eres divertida, cariñosa, inteligente y además preciosa. ¿Qué más puedo pedir? ¿Quieres salir conmigo?».
Nos amamos con locura y cada día vemos más claro que seguirá siendo así por siempre jamás.