Se conocen desde enero de 2011
Cuando le conté a mi padre que había conocido a Javier, el amor de mi vida, en una página de ésas de internet -ese invento demoníaco-, casi le dio un infarto. Le expliqué paso a paso que eDarling solo me había permitido ponerme en contacto con esa persona, y que era igual de arriesgado que conocer a alguien en una discoteca. De hecho es mucho mejor, porque sabía de antemano muchas cosas de él.
Yo siempre pensé que sería muy difícil encontrar el amor así, de esa manera tan «premeditada», que cuando lo viera en persona, siempre encontraría algo que me echaría para atrás pero que, al menos, podría ensanchar mi círculo de amigos y, ¿quién sabe?, amigos de amigos podrían acabar en mi entorno y encontrar a alguien que realmente me interesara. Además, si una persona como yo, que me considero normal y con buenas intenciones, se apunta a esto, ¿por qué no puede pensar lo mismo alguien más?. Ese fue mi modus operandi cuando me apunté a eDarling hace casi tres años, tras una ruptura con mi anterior pareja, que me dejó un poco desanimada. Cuál fue mi sorpresa, que en un mes, tenía la vida resuelta. Tengo que decir que para él no fue lo mismo, estuvo apuntado casi un año y estaba por dar esto del eDarling por imposible, ¡ja, ja!. Lo importante es que estábamos en el sitio y momento adecuados. Es una forma más de probar suerte. A mí en aquel momento me presentaban muy poca gente que me interesara y eDarling me sonaba más seria y profesional que otras páginas similares.
El 2 de Enero de 2011 me sugirieron a Javier, de 29 años (yo tenía 26), estudiante de doctorado, como yo. Leí su perfil y vi su foto -qué ojos tan bonitos-. Me transmitió sinceridad y transparencia. Le envié una sonrisa, él me la devolvió. Al día siguiente le envié unas preguntas, él me envió otras. A las pocas horas envió un mensaje y tras tres mensajes nos dimos el correo. Estuvimos diez días enviándonos e-mails cada uno o dos días (algunos incluían fotos, para ir conociéndonos un poco las caras) tras lo cual decidimos hablar por teléfono (tengo que reconocer que su voz me gustó mucho, tiene una voz muy interesante, pensé). A las dos llamadas él ya tenía claro que iba a venir a verme. Habíamos conectado bastante bien, pero aún faltaba dar el último paso: vernos en persona.
El día 22 de ese mismo mes fui a recogerlo a la estación de tren ilusionada pero serena, sabiendo que cabía la posibilidad de que no hubiera feeling. Lo buscaba entre las cabezas de la gente, intentando adivinar cuál de ellos era… Cuando lo vi, aluciné -no hay una palabra mejor-. Tanto aluciné, que me equivoqué de sentido para salir de la estación y tuve que rectificar tras caer en la cuenta.
Ese día que pasamos juntos, y que acabó siendo un fin de semana (él cambió su billete de vuelta para estirar el tiempo conmigo), no podré olvidarlo jamás. Los escepticismos se me cayeron de golpe y no pude más que disfrutarlo, así como llevo disfrutando cada día que paso con él, que pasamos juntos. Aún no me creo que exista una persona así, tan para mí. Ya han pasado casi tres años y, claro que tenemos pequeñas riñas como todas las parejas, pero las cosas buenas que tenemos son tan, tan buenas y nos completamos tanto, que no me quiero morir nunca para no tener que dejar de verle y sé que él siente lo mismo.
¡Lo más curioso de todo es que mi padre lo adora!
¡Gracias, eDarling! Ojalá todo el mundo tenga tanta suerte como yo.
María Fernanda